lunes, 18 de octubre de 2010

Obra y Obras II

Vuelvo sobre el tema del artículo anterior y el cuadro de obras. Si bien mi intención original con el cuadro era que lo icónico bastase para producir un discurso coherente, pronto me di cuenta de mis limitaciones para esa tarea (hay que ser John Berger para escribir ensayos sólo con imágenes, como hizo en Modos de ver) y agregué las referencias a cada una de las clasificaciones, y luego las aclaraciones sobre algunas de las obras que puse al final del artículo.
Ahora me parece que tal vez sean más las cosas que ameritan una aclaración. Comienzo entonces a entrar en detalles.
La primera fila del cuadro de obras literarias , la de la obra La ilíada, recuerda algo que por muy sabido, no está de más volver a decir si se trata de pensar la obra dentro de las Ciencias de la Documentación: La ilíada no fue escrita, fue dicha. En rigor de verdad, los poemas épicos eran cantados, del mismo modo que las tragedias, por lo que el cuadro no es totalmente veraz en este punto y debería incluir el aspecto musical de esta obra.  Algo que probablemente nunca lleguemos a conocer. Pero lo que me importaba destacar aquí es que ciertas obras no vienen al mundo como documentos, sino que se transforman en éstos con el paso del tiempo, como lo indica la segunda fila. Es el mismo proceso de los relatos tradicionales, las coplas populares, en fin, de cualquier actividad "literaria" que provenga de una cultura que no tiene escritura o que no la utiliza con fines estéticos. También es el caso de la música, como se muestra en las primeras filas del cuadro de obras musicales y de las artes performativas. Ya entraré en los detalles de estos cuadros. Pero quiero volver a las obras literarias y a la cuestión de los modos de recepción.
Hay dos aspectos más, además del hecho de no configurar (aún) un documento, que están muy ligados a la mediación. Por un lado la característica de requerir una mediación implica que la recepción de la obra se produce necesariamente en un entorno social. Al menos son necesarios el mediador y el receptor; no es posible la recepción individual de una obra que requiere un intérprete. Entre muchas otras cosas, esto implica que la obra debe ser captada en el tiempo, un tiempo común a todos los oyentes, un tiempo que no permite volver atrás ni adelantarse.
Por otro lado, por no estar representada en un documento, que es un objeto físico, no hay un objeto físico que señalar: las palabras (y la música, el baile, la actuación) se las lleva el viento.
Las siguientes obras no presentan ninguna particularidad con respecto al tema de la mediación: son ya obras que, en tanto obras escritas, han sido concebidas como documentos y por consiguiente, todas ellas tienen un objeto físico que soporta a la obra y todas pueden ser accedidas en forma individual. La única aclaración es que las poesías, como El Golem de Borges, los cuentos, como Las fieras de Roberto Arlt y los artículos de revistas, como el de Howell, no tienen como correlato físico un libro sino una parte de un libro: una serie de hojas.
En las últimas filas se establecen algunas conclusiones sobre el cuadro de obras literarias. La primera de ellas es que toda obra literaria puede ser retrotraíada a ese estado primigenio de obra interpretada por medio de la lectura pública. El recitado del poema El golem nos vuelve a poner en el lugar del ciudadano en el ágora y vuelve a poner a la obra en el tiempo. En este caso el documento es parte de la mediación, pero como en La ilíada, la recepción de la obra es un acto y ese acto no configura un documento. Para que esto suceda, como muestra la siguiente fila es necesario el registro sonoro, y ya estamos aquí definitivamente inmersos en la modernidad burguesa. Si no había diferencias desde el punto de vista de la recepción entre la lectura de un manuscrito antiguo o medieval y la de una edición moderna, en esta restitución de la recepción auditiva de la obra literaria el límite coincide más con los divisiones históricas tradicionales. Obviamente, el registro sonoro es mucho más importante a la hora de hablar de las obras musicales, pero esto formará parte de otro post. De todos modos, la caracteristica a destacar desde el lugar en que lo estamos analizando, es que la mediación no es más producida por un humano sino por una máquina, lo que permite que esta obra mediada pueda ser accedida individualmente.
Finalmente, vemos que lo que parecía válido para toda obra literaria, no lo es para el caso ya mencionado de Le Livre de Mallarmé, y podría decirse otro tanto de las obras perdidas, pero mentadas, de Sófocles o Esquilo y de tantas otras. Este detalle que parecería sin importancia, no es menor desde el punto de vista de las Cs de la Documentación, pues por un lado no tiene sentido catalogar una obra que no configura un documento. Son obras que podrán tener interés histórico, estético, filosófico o científico, pero están fuera de la documentación. Pero por otro lado, en tanto las relaciones que se establecen entre obras (ser versión de, ser adaptación de, citar a, etc) sí están adentro de la disciplina y es posible que haya este tipo de relaciones entre obras "normales" y estas "obras sin documento", entonces, paradójicamente, también están dentro de la disciplina. ¿Habrá que cuestionar estos límites?.
La última fila del cuadro, que es común a todos los cuadros, indica que toda obra -y ya vimos que no hay que entender este universal en forma literal- puede ser transcripta a un soporte digital. Si bien la digitalización amplia el espectro de obras que pueden ser representadas en documentos -acaso todo tipo de obras-, desde el punto de vista de la recepción no hay una novedad con respecto al registro sonoro.

Objetos, modelos, comportamientos

Hace bastante tiempo que me da vueltas esta frase de un artículo del blog de Hernán Wilkinson:
"A lo que quiero llegar y aún me cuesta probar formalmente es que para mi tener un 'buen' modelo implica tener un isomorfismo entre los objetos del modelo y los entes del dominio. Esto significa que por cada ente del dominio hay un único objeto que lo representa"
Dejo de lado la cuestión del isomorfismo con una realidad, porque es un tema groso que es mejor tratar especialmente, más desde la filosofía que desde la informática. No obstante, me parece que habría que sacar la cuestión de la realidad del medio; que lo que se diga valga tanto si el dominio es la realidad (o parte de ella) como si no lo es.
Una definición de modelo que me pasaron hace mucho está muy en sintonía con la de Hernán: "Un sistema conceptual (abstracto) logrado mediante una representación isomórfica u homomórfica de un sistema concreto; en tanto construcción intelectual destinada a organizar las experiencias es siempre parcial y provisorio, y en la práctica todo modelo es incompleto porque deja de lado algunas propiedades del sistema original, e imperfecto porque la técnica de modelización introduce propiedades debidas al soporte del modelo". François, Charles. Diccionario de Teoría General de Sistemas y Cibernética.
La aclaración de que el modelo puede ser isomórfico u homomórfico es muy importante, porque el isomorfismo es simétrico, lo que implicaría que para todo objeto del modelo, hay un único ente del dominio del cual es representación. Y esto llevaría por un lado al problema de si entes como los números, las colecciones y las clases abstractas de una jerarquía forman parte del dominio. Algunos dirían que los números son entidades que forman parte de cualquier dominio. Y que en la medida en que el dominio esté concebido en términos de jerarquía, entonces las clases abstractas están implícitas en esa jerarquía y que al modelarlas con objetos (si es que la implementación utiliza herencia) lo que se hace es explicitarlas.
Yo no afirmaría tan categoricamente que los números, los conjuntos y otras abstracciones forman parte de cualquier dominio. Tomo como ejemplo la escritura musical; se trata sin duda de un modelo de la música "real". Es una representación isomórfica, pues para (casi) todo ente del dominio, es decir, cada nota, cada instrumento, cada articulación, etc., hay un ente (un gráfico) en el modelo. Si tuviésemos que hacer un software que modele este modelo que es la escritura musical, deberíamos recurrir a la matemática como pocas veces; sin embargo, es posible leer música sin saber sumar. Hoy encontré una frase de Leibniz en la reseña del libro Matemática maestro que ilustra muy bien esto: "La música es un ejercicio de aritmética inconsciente, y el que se entrega a ella ignora que maneja números." Los números sólo son necesarios cuando por alguna razón hay que salir de ese estado de "ignorancia" con algún propósito, como entender ciertas leyes, ciertas regularidades. Un software que, por ejemplo, deba traducir la escritura musical a notas, deberá saber qué es la raiz doceava de dos; un músico no necesita de ese conocimiento para saber que dos manchas en dos posiciones distintas en un papel, significan que tiene que mover un dedo de un lugar a otro.
Si, siempre se puede insistir con las relaciones implícitas. Yo prefiero pensar que más que sacar algo que está ahí, lo que hacemos es poner algo que está en nosotros: interpretar.
En ese caso, tanto las grandes abstracciones, las clases abstractas, junto con las que surgen sólo por necesidades de implementación y toda la parafernalia de objetos que puede tener un programa, estarían contempladas  en ese "gap semántico" del que habla la definición de la teoría de sistemas. Son todas "propiedades debidas al soporte del modelo".
En ese caso el homomorfismo del modelo es más bien una especie de utopía, una expresión de deseos, una voluntad de exactitud más que algo exacto. Pero entonces parecería que no puede ser expresado formalmente.
Otra cuestión que me parece que hay que tener en cuenta es que muchas veces, acaso la mayoría, lo que se modela es a su vez un modelo. Si tomamos algunos de los ejemplos clásicos de las clases de programación y diseño como el de los sistemas de cuentas de banco, o los sistemas de préstamos de libros, se ve claramente que estos sistemas ya son en sí mismos un modelo.  No existen cuentas de ahorro sueltas que se relacionan con clientes, existe un modelo pensado para que el dinero circule según ciertas reglas. El problema es que se naturaliza, se reifica, (se lo considera una realidad dada) algo que es una realidad construída (un modelo).  Parece bastante claro que las "realidades" a modelar tiene distintos grados de abstracción, o si se quiere, distintas distancias con respecto a la realidad nouménica. Estos modelos informáticos serían entonces "metamodelos", con  cantidades variables de niveles "meta".
Claro que habrá ejemplos de modelos informátios que no modelan otros modelos. Tal vez sea el caso de los sistemas de simulación, que si bien pueden incluir partes que son metamodelos, el sistema total no lo es, porque lo que se aspira es que el modelo conceptual surga de algún modo de la simulación.
Revisando los usos de la palabra "modelo" encuentro que en la gran mayoría de los casos se trata de modelos teóricos; como dice la definición, sistemas abstractos que representan sistemas concretos. Excepto  los "Toy models" o los modelos del aeromodelismo o similares, los únicos modelos que además de representar algo, hacen algo, son los modelos computacionales. El modelo atómico no hace lo que hace el átomo, ni hace nada parecido, sólo busca representarlo. Para entenderlo, para enseñarlo. En cambio el software, sea que modele otros modelos, sea que modele la realidad, siempre modela para hacer algo.  Por supuesto que ese modelo puede servir también para entender o para enseñar, pero lo que nunca falta es ese hacer.
Me parece que este acento en el hacer es la clave para entender en qué se diferencia el paradigma de objetos de otros, que reducen  a abstracciones matemáticas o lógicas lo que sea que se quiere modelar, mientras que en objetos se modela a partir de lo propio de la herramienta, que es el hacer. Pues modelar un hacer  no es otra cosa que modelar comportamientos. Una forma de insistir con eso de que los objetos se definen por su comportamiento, como osadamente dije en el articulo anterior. No tengo herramientas teóricas para abordar en profundidad estos conceptos, no sé si las hay. Pero sí sé que en muchos otros ámbitos este acento en las prácticas es algo bastante reciente. Pienso por ejemplo en Roger Chartier, que viene estudiando hace tiempo la historia de los libros, de la edición, de las obras, no al modo tradicional, como estudio de técnicas y  de ideas, sino como estudio de prácticas. En lugar de la historia de las obras plantea la historia de la lectura. Valga todo esto al menos como prueba de que el paradigma de objetos está a tono con el espíritu de estos tiempos.
Volviendo entonces al problema del principio se podría decir que un buen modelo (de objetos) es un modelo en el cual hay un homomorfismo entre el comportamiento de los entes del dominio y el comportamiento de los objetos. La diferencia de esta definición es que ahora no es necesaria la correspondencia entre entidades sino entre comportamientos. Dos o más objetos pueden hacer lo que hace un ente del dominio, un objeto puede subsumir comportamientos de varios entes del dominio. Un buen navajazo de Ockham para evitar considerar las abstracciones que hemos creado como parte de un dominio que no las conocía, o recíprocamente, evitar incoporar al diseño objetos que representan entidades que sólo tiene distintos nombres, pero que se comportan del mismo modo.
Todo esto dicho también en forma osada y sujeto a revisión.


domingo, 3 de octubre de 2010

Sobre el nombre "Objeto"

Hace unos años, creo que ahora ya no es más asi, pero tal vez me equivoque, en las clases de introducción a objetos se daba una metodología para aplicar al diseño con objetos que consistía en lo siguiente: a partir de los requerimientos de un determinado sistema, se debían subrayar los sustantivos; con toda seguridad, se afirmaba, éstos terminarán siendo las clases del sistema. En cambio los verbos iban a dar al menos una idea del comportamiento que se esperaba de los objetos resultantes de esas clases. Era, evidentemente, un método copiado de las clases sobre entidad-relación.
La vulgata informática, cuando debe referirse a los objetos, suele utilizar íconos de objetos tridimensionales, lo que no hace más que aumentar la confusión que la polisemia del término conlleva, pues una cosa es un objeto en el sentido de cosa, algo material, tangible, con dimensiones espaciales,  y otra muy distinta es un objeto informático.
Del mismo modo, en muchas plataformas informáticas en las que se habla de objetos, éstos también se confunden con las cosas. En HTML, por ejemplo, se insertan objetos, que no son otra cosa que files, el equivalente a la cosa en el mundo digital.
Esto ha llevado a muchos a creer que los objetos son algo así como la sustancia aristotélica llevada al mundo digital, es decir, que al modelar con objetos hay que pensar en términos de entes o sustancias que se definen por sus propiedades. Que modelar con objetos significa encontrar las cosas y preguntarse qué son, qué es lo que las define, qué propiedades tienen. Propiedad es lo que es propio; lo que define al objeto sería algo que está en él mismo.
La palabra objeto no ayuda para tratar de aclarar este malentendido, pero la lectura que cualquier buen código escrito con objetos revela que lo que se trata de modelar no son cosas.
Un objeto informático se define en términos de comportamiento. Cuando se trabaja con  objetos no importan tanto qué son, o qué pretenden ser o representar sino más bien cómo se comportan, como interactúan con otros objetos. Comprendemos el sentido de un objeto cuando comprendemos su comportamiento. Son decisiones relacionadas con el comportamiento lo que nos hace profundizar en el análisis y encontrar aspectos no previstos, comportamientos que por su particularidad merecen un lugar especial. Un objeto entonces sería un "conducto", es decir, algo que se define por su conducta. En tanto  cada mensaje sería un "conductema", la mínima expresión de "conducta". Si se sigue el planteo ideal de que cada mensaje realice una sola acción, cada mensaje consiste entonces en un comportamiento atómico, un comportamiento que no se puede dividir en otros.
Esta es la razón por la que los programadores de objetos cambiamos los nombres de las clases, los nombres de los mensajes, los nombres de los argumentos: porque a medida que comprendemos mejor que es lo que hace un objeto, recién ahí empezamos a entenderlo y por ende, como nombrarlo. 
Si los objetos son unidades de comportamiento, entonces no es la función referencial del lenguaje la que nos es más útil. Para poder comprender el funcionamiento de un determinado dominio en términos de comportamiento, y no en términos que lo que "es", es más util el relato. Los objetos son unidades de comportamiento en una narración, pero una narración total, una narración que cuenta todo lo que sucede y lo que puede suceder.


Pero el nombre "objeto" tampoco está tan mal.
Un objeto es observado, manipulado, conocido por un sujeto. El paradigma de objetos mostraría de ese modo un extremo de la cadena del conocimiento: un objeto que es observado por un sujeto. Eliminar al sujeto, pensar en términos de objetos que deben ser encontrados y que poseen propiedades que deben ser descubiertas, es creer que hay un ser que ya está definido, un ser que es idéntico a sí mismo. Pero como no se trata del ser sino del hacer, es decir, poder ver lo que los objetos hacen, el sujeto es imprescindible, pues ese ver el comportamiento de los objetos es necesariamente subjetivo. No se trata de revelar una realidad dada sino de construir una nueva realidad en la cual los objetos se definen por lo que el sujeto quiere que hagan, o dicho de otra forma, un modelo construido en función de lo que el sujeto interpreta que los objetos hacen en la realidad.
El error es creer que un sistema con objetos es una representación objetiva. 

Obra y Obras I

Los bibliotecarios y los programadores de objetos tenemos una obsesión común: la clasificación. Luego, este blog que está dedicado a la navegación entre ambos mundos, comienza con una clasificación.
Uno de los modos primeros de encarar el estudio de las cuestiones que ha planteado FRBR con respecto a la obra es rodearse de unas cuantas obras y tratar de establecer clases. Esto me llevó a confeccionar un cuadro de obras en el que he tratado de establecer cuales son las clases a que esas obras pertenecen. El cuadro ha ido creciendo y en este momento son en realidad varios. Los criterios de esta clasificación son provisorios y subjetivos, si bien toman en cuenta muchas otras clasificaciones existentes, como los  tipos documentales de Martha Yee y Tom Delsey. La idea es que se despliege a través de ellos la complejidad del problema de manera que sirva más para inducir a reflexiones y replanteos que para afirmar conocimientos positivos. Las referencias para columna intentan aclarar el alcance de cada clasificación.
Algunas obras ameritan una aclaración: Le Livre es un proyecto de Mallarmé que nunca concretó. Así lo presenta  Umberto Eco en Obra  Abierta: "En el Livre, las mismas páginas no habrían debido seguir un orden fijo; habrían debido ser relacionables en órdenes diversos según leyes de premutación. Tomando una serie de fascículos independientes (no reunidos por una encuadernación que determinase la suceción), la primera y la última página de un fascículo habría debido escribirse sobre una misma gran hoja plegada en dos que marcase el principio y el fin del fascículo; en su interior, jugarían hojas aisladas, simples, móviles, intercambiables, pero de tal modo que, en cualquier orden que se colocaran , el discuso poseyera un sentido completo". La revolucionaria idea tomó forma física, si no me equivoco, recién con Rayuela de Julio Cortázar.
4' 33'' es una obra de John Cage consistente en 4 minutos y treinta y tres segundos de silencio. La interpretación de esta obra consiste en un pianista que va dando vuelta las hojas de la partitura, pero sin producir ningún sonido, pues la partitura sólo tiene silencios.
El Manuscrito Voynich es un códice medieval escrito aparentemente en un lenguaje cifrado y con profusión de ilustraciones, que no ha podido aun ser descifrado.
Creo que los otros ejemplos son bastante conocidos.