Vuelvo sobre el tema del artículo anterior y el cuadro de obras. Si bien mi intención original con el cuadro era que lo icónico bastase para producir un discurso coherente, pronto me di cuenta de mis limitaciones para esa tarea (hay que ser John Berger para escribir ensayos sólo con imágenes, como hizo en Modos de ver) y agregué las referencias a cada una de las clasificaciones, y luego las aclaraciones sobre algunas de las obras que puse al final del artículo.
Ahora me parece que tal vez sean más las cosas que ameritan una aclaración. Comienzo entonces a entrar en detalles.
La primera fila del cuadro de obras literarias , la de la obra La ilíada, recuerda algo que por muy sabido, no está de más volver a decir si se trata de pensar la obra dentro de las Ciencias de la Documentación: La ilíada no fue escrita, fue dicha. En rigor de verdad, los poemas épicos eran cantados, del mismo modo que las tragedias, por lo que el cuadro no es totalmente veraz en este punto y debería incluir el aspecto musical de esta obra. Algo que probablemente nunca lleguemos a conocer. Pero lo que me importaba destacar aquí es que ciertas obras no vienen al mundo como documentos, sino que se transforman en éstos con el paso del tiempo, como lo indica la segunda fila. Es el mismo proceso de los relatos tradicionales, las coplas populares, en fin, de cualquier actividad "literaria" que provenga de una cultura que no tiene escritura o que no la utiliza con fines estéticos. También es el caso de la música, como se muestra en las primeras filas del cuadro de obras musicales y de las artes performativas. Ya entraré en los detalles de estos cuadros. Pero quiero volver a las obras literarias y a la cuestión de los modos de recepción.
Hay dos aspectos más, además del hecho de no configurar (aún) un documento, que están muy ligados a la mediación. Por un lado la característica de requerir una mediación implica que la recepción de la obra se produce necesariamente en un entorno social. Al menos son necesarios el mediador y el receptor; no es posible la recepción individual de una obra que requiere un intérprete. Entre muchas otras cosas, esto implica que la obra debe ser captada en el tiempo, un tiempo común a todos los oyentes, un tiempo que no permite volver atrás ni adelantarse.
Por otro lado, por no estar representada en un documento, que es un objeto físico, no hay un objeto físico que señalar: las palabras (y la música, el baile, la actuación) se las lleva el viento.
Las siguientes obras no presentan ninguna particularidad con respecto al tema de la mediación: son ya obras que, en tanto obras escritas, han sido concebidas como documentos y por consiguiente, todas ellas tienen un objeto físico que soporta a la obra y todas pueden ser accedidas en forma individual. La única aclaración es que las poesías, como El Golem de Borges, los cuentos, como Las fieras de Roberto Arlt y los artículos de revistas, como el de Howell, no tienen como correlato físico un libro sino una parte de un libro: una serie de hojas.
En las últimas filas se establecen algunas conclusiones sobre el cuadro de obras literarias. La primera de ellas es que toda obra literaria puede ser retrotraíada a ese estado primigenio de obra interpretada por medio de la lectura pública. El recitado del poema El golem nos vuelve a poner en el lugar del ciudadano en el ágora y vuelve a poner a la obra en el tiempo. En este caso el documento es parte de la mediación, pero como en La ilíada, la recepción de la obra es un acto y ese acto no configura un documento. Para que esto suceda, como muestra la siguiente fila es necesario el registro sonoro, y ya estamos aquí definitivamente inmersos en la modernidad burguesa. Si no había diferencias desde el punto de vista de la recepción entre la lectura de un manuscrito antiguo o medieval y la de una edición moderna, en esta restitución de la recepción auditiva de la obra literaria el límite coincide más con los divisiones históricas tradicionales. Obviamente, el registro sonoro es mucho más importante a la hora de hablar de las obras musicales, pero esto formará parte de otro post. De todos modos, la caracteristica a destacar desde el lugar en que lo estamos analizando, es que la mediación no es más producida por un humano sino por una máquina, lo que permite que esta obra mediada pueda ser accedida individualmente.
Finalmente, vemos que lo que parecía válido para toda obra literaria, no lo es para el caso ya mencionado de Le Livre de Mallarmé, y podría decirse otro tanto de las obras perdidas, pero mentadas, de Sófocles o Esquilo y de tantas otras. Este detalle que parecería sin importancia, no es menor desde el punto de vista de las Cs de la Documentación, pues por un lado no tiene sentido catalogar una obra que no configura un documento. Son obras que podrán tener interés histórico, estético, filosófico o científico, pero están fuera de la documentación. Pero por otro lado, en tanto las relaciones que se establecen entre obras (ser versión de, ser adaptación de, citar a, etc) sí están adentro de la disciplina y es posible que haya este tipo de relaciones entre obras "normales" y estas "obras sin documento", entonces, paradójicamente, también están dentro de la disciplina. ¿Habrá que cuestionar estos límites?.
La última fila del cuadro, que es común a todos los cuadros, indica que toda obra -y ya vimos que no hay que entender este universal en forma literal- puede ser transcripta a un soporte digital. Si bien la digitalización amplia el espectro de obras que pueden ser representadas en documentos -acaso todo tipo de obras-, desde el punto de vista de la recepción no hay una novedad con respecto al registro sonoro.